El edificio Nelson-Atkins de 1933 encarna el papel tradicional de un museo de arte dentro de la sociedad, una institución dedicada a coleccionar y preservar importantes artefactos culturales. Los frentes simétricos, el acceso procesional, el piano nobile elevado, el perímetro de piedra impermeable, la circulación axial y la organización jerárquica de las salas monumentalizan el encuentro del visitante con las obras de arte. El encargo que se nos dio de ampliar el edificio original ofreció la oportunidad de transformar fundamentalmente el museo hacia una relación más abierta con la ciudad y desarrollar un compromiso más subjetivo con el arte. Durante la sesión informativa del concurso nos dimos cuenta de que el amplio parque de esculturas, abierto al público a todas horas, podría ser el catalizador de una nueva arquitectura museística, una arquitectura tanto de paisaje como de construcción, unida al ejemplar original "Templo del Arte". " Atravesando el edificio existente a través de su parque de esculturas, las cinco "lentes" construidas forman nuevos espacios y ángulos de visión. A partir del movimiento a través del paisaje y entre las aberturas de luz, se forman nuevas y emocionantes experiencias del Museo existente. Circulación y exposición se fusionan al mirarse de un nivel a otro, del interior al exterior. El camino "serpenteante" en el jardín de esculturas de arriba tiene su complemento sinuoso en un flujo abierto a través del nivel continuo de nuevas galerías. Las lentes de vidrio aportan diferentes calidades de luz a las galerías mientras los senderos del jardín de esculturas las atraviesan.